Salió de abajo de la cama y dijo entrégame lo escondido mar adentro de tu boca. Escupí las perlas incrustadas en encías, la sardina ondulante de mi lengua, el salitre aliento del que duerme. Peces voladores brillaban en la noche. Todo lo que puedo darte, dije, pero ella convirtió sus manos en tenazas de crustáceo, abrió mi boca y extrajo un arrecife.
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