La
producción y la permanencia de las revistas culturales en México dependen en
gran medida del entusiasmo, la creatividad y el soporte económico de sus
editores, muchos de ellos artistas o personas sensibles al arte que se
aventuran a explorar el mundo editorial.
En nuestro país son realmente pocas las revistas de arte y cultura que
están respaldadas por un equipo humano sustentado en la mercadotecnia y que
tiene bien definidos sus objetivos como industria cultural. La mayoría de las
publicaciones de este tipo son realizadas por unas cuantas personas que tienen
a su cargo las múltiples tareas relacionadas con el proceso editorial. La valoración
de uno u otro sistema de edición depende de los resultados, toda vez que al
lector no le interesa saber cuántas personas intervinieron en la elaboración de
la revista que adquirió, sino el contenido y la calidad de ésta.
En virtud
de lo anterior, quisiera compartir algunas lecturas y consideraciones en torno
a las revistas culturales independientes, con base en dos de los aspectos más
problemáticos y menos desarrollados por sus editores: la promoción y la
distribución. Pareciera que estos conceptos, a simple vista obvios en todo
proceso productivo, no tienen la justa dimensión que deberían tener. Ya sea por
falta de conocimientos publicitarios o mercantiles, o bien por aversión a todo
lo que se relacione con el sistema capitalista, muchas publicaciones no logran
sobrevivir porque no producen ganancias a sus editores.
La
promoción y la distribución de una revista deben ser consideradas como
elementos indispensables en todo el proceso editorial, el cual inicia con la
planeación, la redacción, la revisión, la corrección, el diseño, la formación y
la impresión. Si después de haber sido impresa no se promociona ni distribuye,
lógicamente no será vendida. En el mejor de los casos serán los miembros del
equipo editorial, sus amigos y familiares quienes conozcan este producto que
tanto trabajo y creatividad requirió.
En un
estudio realizado en 2007 por las comunicólogas Lorena González Torres y Ruth
Regalado Soriano, con respecto a la situación de las revistas culturales independientes,
en el cual tuve la oportunidad de colaborar como informante por parte
del Sistema de Información Cultural del Conaculta, se indica: “[…] Si hacer una revista
no es tarea sencilla, distribuirla es aún más complicado ya que las compañías
dedicadas a ello exceden el costo de su servicio, haciendo casi imposible que
un impreso independiente esté al alcance de pagarlo. Para empezar, resulta toda
una hazaña poder ver en algún puesto de revistas una publicación como a las que
ahora nos referimos, ya que la Unión de Expendedores y Voceadores pide un
primer tiraje de 10 mil ejemplares totalmente regalados y después una comisión
que rebasa el 50 por ciento de ganancias. Estamos hablando de una inversión
aproximada a los 100 mil pesos, misma que no regresará en muchos meses […]
Pero
la necesidad de expandir el campo de venta-difusión es enorme y de esto están
seguros los distribuidores que, por no contar con ningún mecanismo que regule
sus servicios, se aprovechan del oligopolio que han creado haciendo posible que
cobren desde 45 hasta 70 por ciento de comisión por ventas, además de una
cantidad extra por trámites de autorización, misma que depende únicamente de
una visión con meros fines comerciales. En este sentido también debemos
mencionar el papel de las librerías, comerciales o estatales, ya que se han
incorporado al círculo vicioso de las agencias distribuidoras, compartiendo con
ellas aspectos como los altos porcentajes a cobrar, sin importar si expondrán
al público uno o cien ejemplares ni la labor cultural de la publicación, la
cual es tratada como cualquier otro producto que sólo tiene valor en términos
económicos a pesar de ser aparentemente promotoras culturales. Refiriéndonos en
específico a las librerías con giros comerciales debemos resaltar los contados
casos en los que los editores independientes logran colar su revista a estos
consorcios y más en concreto cuando lo hacen sin intermediarios gracias a
contactos que disimulan la ausencia de algunos requisitos —todo por amistad o
por fe a la autonomía—, pues en estas situaciones el editor debe estar
consciente de que la empresa no se hará cargo de los ejemplares no vendidos y
tardará largos periodos en remunerar las ventas; entonces, también aquí hay
pérdidas, por supuesto, esto sólo aplica a pequeños editores que, por tener esa
dimensión, son prácticamente olvidados. Paralelo a lo anterior, la ausencia de
interés por parte del sector editorial estatal es clara, ya que ni siquiera a
través de la librería a su cargo, Educal, ofrece un apoyo tangible a las
publicaciones independientes; si bien no cobra ningún porcentaje por el espacio
de venta, sí impone algunas trabas como el certificado de licitud y que el
precio por revista se muestre en la portada.
Al final éstos sólo son requisitos
menores, pero también debemos mencionar que para la recuperación de ganancias y
ejemplares quedados, deben ser los mismos editores los que acudan a cada
librería de esta cadena porque, de otra manera, jamás verán su dinero y los
sobrantes serán embodegados. Es así como el asunto de la distribución muchas veces
deja fuera de competencia a las revistas independientes no sólo por la falta de
puntos de venta que confíen en ellas, sino porque los espacios publicitarios
que mantienen a la publicación sólo se venderán si realmente se tiene un número
de impactos constante; es decir, a los anunciantes no les interesarán tirajes
amplios si están guardados en alguna bodega o si los altos precios por
ejemplar, impuestos por factores externos, alejan al lector. Pero, a pesar de
que este aspecto es complicado, no ha sido factor de muerte para las revistas
independientes. Prueba clara de ello es su permanente proliferación desde hace
más de cinco décadas, muchas triunfantes, otras tantas aplastadas por
conflictos como éste y todas experiencias emergidas del instinto creativo,
continuadas por la lucha desigual ante las editoriales comerciales y recordadas
por su astucia para buscar alternativas de expansión.”
Valdría la
pena retomar algunas sugerencias de promoción, distribución y venta realizadas
ya hace un par de décadas por la Universidad de Washington, retomadas por la
Asociación de Editoriales de Instituciones de Educación Superior con sede en
Guadalajara. Si bien dichas sugerencias están enfocadas a los libros en
particular, pueden ser aplicadas al caso de las revistas en lo general. A
grandes rasgos se sugiere identificar a los lectores como posibles consumidores
de nuestro producto editorial. Éstos pueden ser clientes individuales,
instituciones, vendedores al menudeo y mayoristas.
Los
clientes individuales, para el caso de las publicaciones independientes, son
los que adquieren el producto mediante el trato directo con la editorial:
ventas en la sede de la editorial, ventas en eventos, ventas por correo o
internet y suscripciones.
Las
instituciones como clientes pueden ser bibliotecas, universidades, campañas de
promoción del hábito de la lectura realizadas por el gobierno o asociaciones
civiles, etcétera.
Los
vendedores al menudeo y los mayoristas, que son los verdaderos distribuidores,
son comerciantes comisionistas que hacen llegar las publicaciones a tantos
puntos de venta como el tiraje y la economía de la revista lo permitan.
Esta
perspectiva de mercadotecnia va ligada a la labor de promoción. Datus C. Smith
Jr. comenta en la Guía para la
publicación de libros que “la promoción editorial es el campo que mediante
la imaginación y la agilidad mental atrae rápidamente los ingresos. Un editor
tal vez necesite años para desarrollar una idea creativa en torno a un
manuscrito, pero el publicista editorial quizás vea en semanas, o incluso en
días, resultados de una idea publicitaria dirigida al público”.
Cada
revista necesita crear su imagen y desarrollar sus estrategias de promoción de
acuerdo con sus características específicas. De esta manera, el editor debe
iniciar su labor promocional a partir de la imagen de su producto. Una portada
llamativa invitará al posible lector a conocer el contenido de la publicación
que le llamó la atención a primera vista. El mismo criterio se debe seguir en
el diseño de los interiores, los cuales deben ser acordes al concepto de la
portada.
Posteriormente
se debe destinar una cantidad de ejemplares para su entrega directa y gratuita
a los medios de comunicación y periodistas que puedan reseñar el número recién
salido de la imprenta, pues sus notas o comentarios ayudarán a que un público
numeroso tenga conocimiento de la existencia de la publicación.
El evento
de presentación del nuevo número también puede ser un gancho para atraer a los
lectores. Aunque mucha gente considera aburridas e inútiles las presentaciones
editoriales, es un hecho que la creatividad de los organizadores y la calidad
de los presentadores pueden ser un gran apoyo para dar a conocer el producto.
Por otro
lado están los anuncios publicitarios en la prensa escrita y electrónica. Se
trata de un presupuesto oneroso, pero no imposible si el editor llega a
acuerdos de intercambio publicitario con estaciones de radio y televisión,
periódicos, revistas y portales de internet, etcétera.
Las
páginas web, los blogs, las redes sociales y los envíos de correos electrónicos
masivos son canales gratuitos y bastante efectivos para dar a conocer una
revista. Estos elementos están al alcance de todos los editores y para su
administración solamente es necesario invertir tiempo, ingenio y dedicación.
Otro punto
a considerar dentro de este abanico de opciones es el de las ventas especiales,
las cuales son definidas por Rodolfo Munguía Calderón, de la empresa
McGraw-Hill Interamericana de México, como “aquellas operaciones que se
realizan por medio de canales de distribución no naturales para el libro o las
publicaciones periódicas”. Los canales de distribución naturales pueden ser
tanto las librerías y las tiendas de autoservicio como los que se realizan
mediante los voceadores y los suscriptores.
Es
necesario comercializar las publicaciones en otros canales para lograr su
penetración y crecimiento en el mercado potencial de lectores, pues en los
canales de distribución naturales surgen problemas como el incremento en la
producción de libros y revistas que reduce el tiempo y el espacio de exhibición
en locales abiertos y cerrados: “a mayor oferta, menor espacio y mayor
devolución de ejemplares”. El ritmo de crecimiento de la oferta editorial
rebasa al número de lectores cautivos, por lo cual urge buscar nuevos lectores.
Las
alternativas ante estos problemas son tan variadas como la creatividad que los
editores desarrollen con base en un principio comercial. Una de las opciones
para crear nuevos lectores de una revista es la implementación de temas o apartados
de interés que puedan ser divididos en diferentes números, a manera de
colección: fragmentos de novelas, extensas entrevistas a polémicas
personalidades del arte y la cultura, reproducciones de obras artísticas que
puedan ser enmarcadas…
El lector,
como cliente, sentirá que su dinero estuvo bien invertido si al adquirir la
revista obtuvo además un plus o
regalo. La ventaja de este mecanismo es que resulta más fácil comercializar los
números atrasados, pues al contener elementos de colección o regalo la
importancia de la periodicidad disminuirá como factor de decisión ante la
compra.
Por otro
lado, no hay que descartar la posibilidad de que la revista sea ofrecida de
manera gratuita al público, lo cual facilitaría el proceso de distribución, el
cual puede ser controlado directamente por los editores. Ello implicaría un
gran esfuerzo en cuanto a las labores destinadas a la venta de espacios
publicitarios, ya que éstos serían el único sustento económico para la
supervivencia de la publicación. Estos ejemplares pueden ser distribuidos en
tiendas, farmacias, centros culturales, galerías, teatros, consultorios,
escuelas e incluso de casa en casa. Estos sitios también se convierten en
clientes potenciales para la venta de espacios publicitarios. La gratuidad de
la revista también hace posible su distribución como encarte a través de los
periódicos locales; algunos de éstos ofrecen desde hace tiempo este servicio,
por supuesto a cambio de un pago significativo. Esta manera de distribución
garantiza que todos los ejemplares llegarán a las manos de personas y familias
lectoras.
Para
resumir, existen muchas alternativas para reducir o solucionar los problemas
que surgen en torno a la promoción, distribución y venta de las revistas
culturales. La economía de los editores es la base de toda esta problemática,
por lo cual éstos deben reforzar sus actividades para mantenerse en circulación
y poder vivir de esta industria cultural. Se debe tomar en cuenta que la
inversión en este sentido debe ser tanta o mayor como la prevista en los costos
de diseño, impresión y pago a los colaboradores.
Es un
hecho que la contratación de los servicios de las agencias de distribución es
la manera más eficaz para que las revistas sean puestas al alcance de los
lectores. Sin embargo, la situación económica de los editores independientes y
del país en general imposibilita en la mayoría de los casos la implementación
de este sistema. Por eso es necesario construir modelos de distribución y venta
con el apoyo de las nuevas tecnologías y los medios que resulten menos costosos.
*Ponencia presentada en el Encuentro de Revistas y Suplementos Culturales de la Región Centro-Occidente, realizado del 7 al 9 de noviembre de 2012 en el Real Colegio de Santa Rosa de Viterbo, Querétaro, Qro.
Fuentes de
consulta:
SMITH JR. Datus C., “Guía para la
publicación de libros. Edición revisada”, Asociación de Editoriales de
Instituciones de Educación Superior, Universidad de Guadalajara, 1991.
GONZÁLEZ TORRES Rosalía y Ruth
Regalado Soriano, “Revistas independientes. Valor profesional y alternativa de
expresión”, México, 2007.
MUNGUÍA CALDERÓN Rodolfo, “Ventas especiales”,
Seminario Profesional de Introducción al Mundo del Libro y la Revista, CANIEM,
1999.
Lectura recomendada
2 Comments:
Justo lo qué buscaba hoy, muchas gracias por el Post. Saludos.
Muchas gracias por el post, justo lo que buscaba hoy.
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