Will Rodríguez: Madera sola: un libro de sueños*

miércoles, diciembre 06, 2006

Madera sola: un libro de sueños*

Una de las mejores razones para leer poesía es la esperanza de encontrar esa voz que sugiera con belleza emociones experimentadas o inéditas. En ambos casos el sueño puede ser un recurso literario maravilloso, toda vez que constituye una experiencia universal e irrepetible, pues si bien todos los seres humanos —y hasta algunos animales— tenemos la necesidad de soñar, cada sueño representa una comunión con el pasado, el presente y el futuro de quien sueña. Incluso el lenguaje para con uno mismo, con Dios o con la almohada antes de dormir, es reflejo de cultura, de hábitos, de deseos o de la lectura más reciente.

En Madera sola, libro de la poeta jalisciense Karla Sandomingo (1970), editado por el Fondo Editorial Tierra Adentro (2004), la intimidad de la mujer es descubierta a través de un lenguaje onírico que cuestiona creencias, justifica actitudes y divaga en pensamientos, tal como imaginamos que se habla o se piensa durante un sueño, un dejavoú o un descanso mental. La autora presenta ocho capítulos o momentums titulados Esta tabla mi casa, Agua náufraga, Madera sola, Signos, Aves negras, Cáliz, Entre grietas y Voces de la primera luz. En todos ellos existe uniformidad de estilo y recurrencia a elementos relacionados con el mar, la madera (puertas, muelles y barcos), el cuerpo y la espiritualidad. Pese a lo que pudiera suponerse al tratarse del poemario íntimo de una mujer, aquí no estamos ante un libro feminista ni lloroso de desamor, sino ante una serie de pensamientos o de sueños que nos permiten conocer, identificar y reconocer emociones.

De acuerdo con el texto de contraportada, los ocho capítulos están relacionados con la vida de ocho mujeres. Sin embargo, por la similitud estructural y estilística latente en todo el poemario, podría tratarse de la historia intelectual de una sola mujer, en distintas etapas de su existencia.

En el capítulo que da nombre al libro, Karla ebanista da forma a los recuerdos e involucra a la familia en su oficio de poeta. Ama a la madera como se puede amar a una letra muda o a un verso escandaloso. Aquí, cada palabra ocupa su lugar y asume su papel en el destino del poema: “…Las letras van, regresan a mis manos / crecidas y cambiadas: son otras. / Las beso pero las aviento / al despeñadero”.

Hay un capítulo de signos y señales donde la mirada al todo y a uno mismo se concentra por conducto de un ojo solo, de un ojo ciego, de un ojo en medio. Como una especie de Vishnú, ahora de seis brazos, la protagonista de este apartado es un ser omnipenetrante que navega por el cuerpo, el alma y sus entornos para encontrar la razón de sus ideas: “…Me he quedado viendo los silencios de los mares, me he quedado ciega y veo. Aunque no entienda, entiendo que el lenguaje son las puertas que se cierran, abren, tienen una cerradura…”

Por otro lado, en Cáliz un rumor de olas acompaña a la remebranza cotidiana, religiosa por el puerto; en tiempo presente, Karla describe a la soledad cual porteña que nace, crece, se reproduce y muere junto al mar: “…Pero estas otras tierras que son las que me forman / son de barcos encallados y barcos navegantes / en medio de la sala tienen árbol / remo / en donde brinca / lo poco de lenguaje que me queda”.

Trátese de ocho mujeres o de sólo una, Madera sola es un viaje por los senderos de la voz y el pensamiento, una aventura de decires nuevos, una invitación a reflexionar sobre la vida… en fin , un libro de sueños.


*Texto leído en la presentación del libro Madera sola, de Karla Sandomingo, el 5 de diciembre de 2006 en la Casa del Poeta Ramón López Velarde (D.F.).