La noche del pasado 20 de noviembre,
en coincidencia con el aniversario de la Revolución mexicana, tuve la
oportunidad de asistir junto con otros siete comensales a la cena literaria Como agua para chocolate, organizada por
la chef Natalia Cano en su espacio Casa Vieja Cocina Museo, en el barrio de San
Cristóbal de la ciudad de Mérida, donde anteriormente funcionó el centro
cultural La Quilla.
El lugar ha conservado su esencia propositiva
y autogestiva, sólo que ahora está enfocado a la investigación, la enseñanza y
el disfrute de la gastronomía. La anfitriona ofrece de manera constante cursos
y eventos especiales que destacan por su creatividad, originalidad y
profesionalismo, como es el caso de los talleres “Del conuco a la cocina”,
relacionado con la siembra y el consumo de plantas comestibles, y “Cocina tu
cerveza en casa”, en el que los participantes aprendieron a elaborar tan
preciado bebestible. El común denominador de estos eventos es el trato
personalizado, toda vez que están dirigidos a grupos pequeños, de 10 personas
máximo.
La cena literaria Como agua para chocolate consistió en la
lectura de breves párrafos de la novela de Laura Esquivel, justamente los que
aluden o describen los guisos que nos fueron ofrecidos, y en un festín de tres
tiempos con sus respectivos maridajes. La escritora Patricia Garfias fue la
encargada de dar voz a dichos párrafos, introduciéndonos a cada platillo ya sea
como narradora o en el papel de Tita, el personaje principal, gracias a lo cual
pudimos revivir la importancia de la comida en esta exitosa obra de la
literatura y la cinematografía mexicanas. Por su parte, Natalia explicaba la
elaboración de cada platillo en el momento en que nos eran servidos:
Champadongo,
una especie de pastel azteca elaborado con tortillas de maíz fritas, como las
de los chilaquiles, con relleno de carne molida y frutos secos, similar al de
los chiles en nogada, pero con salsa de mole poblano; lo acompañamos con una
copa de vino tinto de Burdeos.
Codorniz en pétalos de rosa, poema culinario, donde la pequeña ave, asada, descansa sobre
una salsa o mejor dicho un puré de castañas, anís, esencia y pétalos de rosas
rojas, entre otros ingredientes y especias que le brindan al paladar una
sensación fresca, nueva, inolvidable; lo acompañamos con una copa de vino tinto
de Coahuila.
Torrejas de natas, elaboradas a la antigua usanza, a base de leche brava (no
pasteurizada), aquella que sale directamente de la vaca y que al ser hervida proporciona
las natas que serán batidas, fritas y servidas en acanelado almíbar; las
acompañamos con chocolate batido, caliente.
Todo estuvo delicioso. El costo por
persona fue de 500 pesos, incluyendo las finísimas atenciones de Norma y Bogard.
Punto y aparte fue el compartir mesa y plática con los demás comensales,
conocidos algunos, nuevos amigos otros: María Luisa, Guido, María José, Sergio,
Orisha, Carolina y Óscar, espléndido este último que nos convidó una botella de
vino que había llevado “por si se llegara a requerir”.
Muchas felicidades a Natalia Cano por
este proyecto innovador, excelente opción para los amantes de la gastronomía y
la cultura en este punto de la Península.
1 Comments:
Excelente recomendación.
Muchas gracias por las suculentas fotografías.
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