Cuernavaca, Morelos, 26 de noviembre de 2005.
Querida Olga:*
Te escribo para felicitarte por tu nuevo libro, La casa de las delicias, editado en la colección Molino de viento por el Instituto de Cultura de Morelos. Cuando nos reunimos la última vez, el pasado primero de noviembre, víspera del Día de Muertos entre velas, recuerdos y rones, la plática estuvo muy agradable pero no ahondamos en el tema, pues mis parientes y amigos, que al igual que tú se embarcaron hacia el más largo viaje, no nos lo permitieron.
Pues bien, esta tarde en que se ha organizado una gran fiesta en tu honor quiero reiterarte lo orgulloso que me siento de ser tu amigo. Tú sabes que cuando alguien a quien quieres destaca en el arte de la literatura, la admiración, el respeto y el cariño se multiplican.
Hay en tus cuentos, Olga, una sustancia adictiva, mágica, que provoca en quien los lee la necesidad de seguir leyendo, de exigirte la fuente de tantos enigmas. ¿Acaso conociste a esos personajes inolvidables cuyas vidas transformas en literatura?; ¿quiénes fueron esos hijos-buitre tras ventanales que arrancaron pedazos de alma?, ¿quiénes los Fornelli?, ¿quiénes Hans y Licia?, ¿qué huracán destruyó ese amor?... Sé que el que escribe no siempre lo hace acerca de la realidad; sé que ficción y malicia son fundamentales en la estructura de un buen cuento; sé, también, que tu perspicacia ha sido avalada por lumbreras; pero tú, querida amiga, has logrado que los misterios que surgen entre líneas constituyan no una simple astucia del oficio, sino una llama inextinguible en la memoria del lector.
Otro de los elementos que admiro en tu trabajo, amiga, y con el cual me identifico mucho, es la soltura con la que abordas el tema de la muerte. Eso de que los mexicanos nos pasemos a la muerte por el arco del triunfo no es del todo cierto, aunque Octavio Paz y su excelencia nos sugieran tal idea. La verdad es que a todos, en determinado momento de la vida, sobre todo en la enfermedad, el dejar de existir nos da miedo. Tú, en cambio, escribes cuentos como La final, en donde la muerte —o el riesgo de ésta— se comenta de manera elegante, humorística, pero no grotesca. También tocas el tema en textos como Aquí sólo llegan las mariposas, en el que la historia es una serie de imágenes poéticas. (Por cierto, no puedo evitar relacionar la tristeza y la belleza de este cuento con otro cuento de nuestra amiga Socorro Venegas, aquí presente).
Me es difícil decirte cuál o cuales son mis cuentos favoritos en La casa de las delicias. Los disfruté tanto que a cada uno lo considero parte de mi vida. Los personajes que en ellos viven son reales porque así nos lo hiciste imaginar; fue un gran honor conocerlos. Gracias, Olga, por compartirlos como compartiste conmigo tu casa, tu familia, tus amigos y tu maravillosa esencia de amiga y artista. Te quiero mucho.
Will
*Texto leído en el Jardín Borda de Cuernavaca durante el homenaje póstumo-presentación del libro La casa de las delicias, de Olga Rodríguez Siqueiros, editado en 2005 en la colección de narrativa Molino de viento del Instituto de Cultura de Morelos.
1 Comments:
Will, tus palabras siempre son una belleza, incluso al hablar creas arte.
Gracias por esta bellísima carta, con toda certeza mi mamá la seguirá gozando, recostada sobre una estrella.
Yvette van den Broeck R.
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