Hace tres meses tuve el gusto de presentar en la FILEY 2015 El nido del cuervo, novela de Iván
Espadas sobre un episodio de la II Guerra Mundial que junto con la que en esta ocasión
nos reúne, del mismo autor, fue publicada este año por Libros en Red y
financiada por el Conaculta y el Ayuntamiento de Mérida como resultado de la
convocatoria del Fondo de Apoyo a la Producción Editorial. Ahora es el turno de Sin
lugar en la tierra, un libro que explora la infancia de un hombre y el
pasado de una pequeña población mexicana.
Sin lugar en la tierra cuenta la historia del pueblo de San
Antonio Millet, ubicado en el estado de Yucatán, en la voz de Mateo
Evangelista, quien a través de recuerdos y anécdotas ofrece un desfile de
personajes –arquetipos unos e inigualables otros– que forman parte de un pasado
que combina lo real y lo fantástico. Es una serie de relatos breves presentados
a manera de capítulos que se entrelazan en una estructura lineal y se justifican
con un desenlace inesperado.
Los contrastes sociales entre hacendados y peones, la primera
proyección cinematográfica, la accidentada aparición de un hippie, la llegada
de una bestia de “las amazonas africanas” y la roja sombra del comunismo ligada
al sacerdote católico son referencias imborrables, pero tardías para la década
de los setenta en este pueblo olvidado por la modernidad y el desarrollo de la
época. Mateo es un joven observador, crítico, idealista y romántico que no está
dispuesto a desperdiciar los mejores años de su vida en el terruño.
Los relatos orales han trascendido en su concepción de la
realidad, trayendo a su mente escenas en las que se imagina protagonista de la
Guerra de Castas, sucedida más de un siglo atrás y que, como muchos otros
conflictos bélicos de esta región del continente, no tuvo tan buenos
resultados. Esta perenne injusticia social le ha impuesto, inconscientemente,
el objetivo de hacer algo bueno por su pueblo, aunque también lo ha empujado en
busca de nuevos horizontes.
No obstante, después de muchos años, Mateo regresa a San
Antonio Millet y se enfrenta a la posibilidad de convertirse en justiciero, tal
vez anónimo, al descubrir al responsable de un acto de rapiña que empobreció
todavía más a su gente. Con esta historia salpicada de humor y bellas imágenes
el lector comprende que la pasividad y el conformismo de un pueblo son las
debilidades que aprovechan los vivales –llámense políticos, hacendados o
comerciantes– para ejercer su hegemonía.
Estamos ante un libro importante en el mapa literario de la
península; un libro que enlaza un hecho histórico y sangriento del siglo XIX
con la situación rural del siglo XX, no muy distinta a la del siglo XXI, pero
que no pretende educar ni jalar adeptos hacia una ideología política
determinada: simplemente ofrece, con magistral destreza literaria, la
oportunidad de disfrutar la sensibilidad de un personaje y la memoria colectiva
de un pueblo noble.
Felicidades a Iván Espadas por este logro y su versatilidad
temática y narrativa. Ojalá que al concluir el compromiso con su actual casa
editora, este libro pueda llegar a una mayor cantidad de lectores a través de
una edición tangible, accesible y disponible en el mayor número de librerías y
bibliotecas. Los autores yucatecos merecemos y demandamos que las instituciones
culturales retomen con seriedad su obligación ética de publicar y difundir
libros como es debido, independientemente de las plataformas electrónicas.
*Texto leído el 26 de junio de 2015 en el Centro Cultural José Martí, Mérida, Yucatán.
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