Tengo el privilegio de presentar la
más reciente publicación de un poeta hecho y derecho que por años ha luchado
por su producción literaria más allá de la milicia, la familia y la medicina,
actividades que ‒sabemos‒ arrebatan el tiempo libre a cualquier oficiante o
suspirante del arte. Hallar el momento propicio y cotidiano para crear una obra
de calidad es digno de la más sincera admiración.
El evangelio turbio de Virgo (2013) es el cuarto poemario del poeta Álvaro Baltazar
Chanona Yza, publicado en la Colección Ariadne de Ediciones Eternos Malabares, Ediciones
Papalotzi y la Cátedra Miguel Escobar del Instituto Nacional Descentralizado de
Traducción e Investigación Literarias. Consta de tres capítulos en los que el
autor ofrece un viaje por tres mundos en los que coinciden el ayer, al ahora y
el mañana. El capítulo inaugural es el que da nombre al libro.
En El evangelio turbio de Virgo el poeta parte en busca de la
perfección espiritual, aquella que recomiendan los ascetas, aun en el entendido
de la incertidumbre. En el camino construido con las piedras que sepultan a los
héroes bíblicos conocerá dioses falsos, chacales y hienas de Gomorra que
devoren sus ilusiones. Pero él, intérprete de la belleza y la maldad, cruzará la
ruta de la noche más allá de los consejos de los cuatro evangelistas. No
hallará dicha perfección espiritual; solamente el deseo de paz para con él y su
Dios verdadero. No obstante los buenos deseos, también alcanza un nivel
coherente para cuestionar su entorno:
Esa sabiduría que sólo tienen los unicornios
y los profetas de la Tierra Santa
en que no pudo morir crucificado
el corazón sin odio.
El dolor es acompañante eterno del
protagonista de este evangelio (no digamos del poeta para no confundir a la
audiencia): dolor físico, dolor del alma, dolor que de tanto doler ya no duele…
El viaje por el inframundo de la interioridad humana, latente en cada verso de
este primer capítulo del poemario, es injusto y cruel tanto por la
irregularidad del camino como por la indiferencia del prójimo y la saña del
tirano, sea éste Herodes, Hitler o Bashar Al-Asad. Aquí no hay esposa ni
familia que ayuden a cargar con los tormentos de la guerra, el hambre y la
enfermedad. Ante tales circunstancias el poeta, ahora sí el poeta, hallará
resignación en solitario.
En Los sortilegios maritales del fauno, Álvaro nos conduce a un
destino astral donde contemplamos las constelaciones que dan significado a las
culturas del pasado y del presente. Desde ahí somos testigos de la miseria
interior de uno mismo y de los otros, de la injusticia cotidiana que nos hará
cómplices eternos de la historia. Aquel jardín donde el rey de los judíos oró
la noche antes de ser crucificado surge como referencia para encontrar motivos
de vida.
Cuando muerdo la noche espesa de tu lengua envenenada y me acomodo
como un niño de Armenia sobre la cruz evanescente, callada de tus muslos
los pájaros dormidos de mis dolores biliares huyen de Getsemaní
tiemblan los silencios artríticos de mis nudillos y mi garganta
como los muros antiguos de Roma bajo los cascos estridentes de los
bárbaros.
Es en este segundo viaje donde el
autor se desprende de sí mismo para dirigirse al ausente motivo del amor. Los
recuerdos de la infancia en un barrio de Mérida se transforman en ejemplo de
que dos personas, aun amándose, describen una sola cosa de manera muy distinta:
lo que para uno es motivo de celebración o agradecimiento, para otro es origen
de temores y lamentos. Es como construir una torre de Babel entre dos personas
que luchan por el mismo objetivo pero que difieren en la manera de lograrlo.
Sin embargo, lo que en realidad importa es el sueño compartido.
El tercer y último capítulo es
nombrado Desde los cárcamos inexpugnables
de Uxmal. Como es de suponerse, el poeta nos traslada al Mayab legendario,
aquel donde las ciudades eran construidas tres veces y los más imponentes
edificios aparecían de la noche a la mañana. Cuando todo pareciera haberse
dicho y escrito respecto a esta civilización milenaria, Álvaro se aventura a
proponer alegorías relacionadas con emblemáticos personajes como el rey enano y
los dioses gemelos Hunahpú e Ixbalanqué, héroes del libro del Consejo de los
mayas. Con el poético lenguaje de leyenda y profecía, nos adentramos a un mundo
saturado de misterio y de belleza en el que nombrar al chinchimbacal y las
casas pintadas de cal no implica un tratamiento regionalista; por el contrario,
nos encontramos ante una nueva perspectiva literaria del mundo maya universal,
necesaria de ser valorada por las nuevas generaciones.
Son los fieros colmillos de la serpiente emplumada
los que se escuchan romperse estrepitosamente
bajo los cascos áureos y helados de los equinos árabes
traídos por ese Cristo muerto barbado y judío
desde el otro lado del mar…
En este último capítulo Álvaro
Chanona traslada el misticismo de las culturas antiguas a la realidad futura,
donde la naturaleza nunca dejará de ser vital. Acaso la profecía en la que el
sacerdote Ah Kuil Chel advirtió a los Itzaes su desgracia deba reinterpretarse
como augurio del fin del universo. Mientras tanto la poesía seguirá siendo
vínculo y lenguaje de la historia del pensamiento.
Muchas felicidades al autor por este
gran logro en su carrera.
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