Will Rodríguez: mayo 2006

viernes, mayo 12, 2006

La buitre

Su más preciado alimento: los ojos. En el supermercado, en el parque o de coche a coche, la buitre inquiere ojos de hombre, sin importarle que estos tengan o no dueña o dueño. Tanto disfruta el apareo con reptil que salvaje la posee como con insecto que sin leyes la utiliza. Acostumbrada a carroña y cotidianas muertes diurna y nocturna, abrillanta su plumaje con fluidos de traición. Pareciera que la felicidad es aliada; su sonrisa es una máscara. Pero al juntarse con santas y demonias, madres consentidoras o compañeras de oficina, se convierte en víctima de infinito rechazo. Es entonces cuando reafirma su misión conquistadora, para encontrar aquel cuerpo de entrañas que se tocan. Y al no encontrarlo se resigna de buen modo a los placeres. Pero… pero, cada aventura culmina en soledad, pues el macho nunca duerme cobijado por ave de rapiña. La buitre llora y se desquita ante su sombra, batiendo alas con berrinche zopilotil, arpiesco. Qué ridícula. A fin de cuentas lo que más le preocupa no es morir cada vez que la abandonen, sino el peso de los años que hacen mella en su figura. Sabe que llegará el día en que el coqueto qué bonitos ojos ¿me los regalas? no provocará sino lástima... Pobre de la buitre; cuando levante el vuelo sin retorno no habrá nadie que le llore. Acaso alguien de sangre muy caliente, al sentir firmeza del recuerdo en la mezclilla, salga en busca de otra buitre al supermercado, al parque o de coche a coche.