Will Rodríguez: agosto 2025

viernes, agosto 15, 2025

Mit anderen Augen: La poesía en movimiento captada con otros ojos


Will Rodríguez*

El Stadtpark Fürth fue sede, durante el verano de 2025, de un acontecimiento artístico que reunió el talento profesional, amateur y comunitario de la hermosa ciudad alemana de Fürth y poblaciones vecinas. El performance Mit anderen Augen (Con otros ojos), bajo la dirección de Stephanie Hecht, tomó posesión de este gran parque de la ciudad que más que un área verde representa un espacio de descanso, recreación y convivencia para los ciudadanos alemanes y el turismo nacional e internacional.

Fundado en 1903 con base en los preceptos del paisajismo naturalista, el Stadtpark consta de 16 hectáreas de bosque, jardines, ríos, lagos y senderos que la gente visita a diario para relajarse o recorrer a pie, en bicicleta, patines y scooters, o bien para realizar algún deporte al aire libre, disfrutar de un picnic o fotografiar sus instalaciones, esculturas, paisajes y espacios que ofrecen, como en esta ocasión, experiencias artísticas. Y así, sin importar si recibimos invitación, nos enteramos por algún medio de comunicación o andábamos ahí por casualidad, los visitantes del parque fuimos sorprendidos por un numeroso grupo de personajes que, envueltos en un halo de misterio, nos hipnotizaron con cantos, danzas y movimientos estilizados, transportándonos a un pasado lejano o, quizás, a un futuro utópico. Cada espectador interpretó esta experiencia de diferente manera.


Mit anderen Augen

El recorrido escénico inició en el atrio de la Iglesia de la Resurrección, entrada principal del Stadtpark, donde los invitados recibimos la bienvenida por parte de los organizadores. Acto seguido, como por arte de magia, fuimos atraídos hacia un pórtico lateral del decimonónico edificio por una voz que cantaba en un idioma extraño. Era una bella y solitaria mujer (Blagovesta Velkova) que interpretaba en búlgaro una canción milenaria. Personajes mudos, ataviados con trajes y sombreros manchados por desechos de palomas, señalaron el camino a seguir. A partir de entonces el recorrido fue creciendo, cual peregrinación, al integrarse espectadores sorprendidos por la intervención.

Durante poco más de hora y media presenciamos diversos cuadros en movimiento, escenas con luz y sombra, cánticos en farsi/persa (Kianusch Mohamadekian), coreografías de danza contemporánea, rutinas de movimientos y las percusiones de Eva Frey, directora musical; todo ello en los jardines, fuentes, espacios escultóricos y demás foros al aire libre, en torno a la Consagración de la primavera de Igor Stravinsky. Un clarinetista anacrónico (Maximilian Meier), como el flautista de Hamelin, nos condujo con las primeras notas de esa pieza modernista hacia un espacio, junto al lago, donde las ejecutantes ofrecieron una de las coreografías de Yvonne Swoboda sobre la renovación de la tierra. Los senderos del parque ofrecían estampas maravillosas a cargo de entrañables personajes del cuerpo artístico de Brückenbau, mientras las notas del clarinete se fundían con el graznido de los gansos.

Fue una intervención estilizada, pacífica y reflexiva en armonía con la naturaleza; no interrumpió ni distorsionó el ambiente, sino que se mimetizó con la belleza del parque, el sonido del agua y el canto de aves volanderas. Un profeta guió al pueblo hacia el final (¿o al principio?) de los sueños, despidiendo al sol que en estas fechas, en Alemania, acostumbra ocultarse a las 10 de la noche. En la gran fuente del Stadtpark los espectadores presenciamos la última danza y cánticos finales del performance. Poco a poco los personajes fueron esparciéndose entre las sombras hasta desaparecer con sus voces, sin aplausos.


Stephanie Hecht, directora multidisciplinaria

Nacida en Núremberg en 1959, la directora de Con otros ojos llegó a Berlín en la década de los 90, época de gran actividad artística innovadora y de vanguardia. Reconocida artista multidisciplinaria, trabajó como actriz durante varios años en la ciudad de Fürth, en el grupo teatral dirigido por la cantante Jutta Czurda, continuadora del arte de la bailarina y coreógrafa Pina Bausch, pionera de la danza contemporánea en Alemania. Stephanie Hecht ha presentado su obra en innumerables exposiciones, performances y proyectos cinematográficos en Inglaterra, Francia, México y Estados Unidos, entre otros países. Bajo la premisa de que el performance no surgió del teatro, sino de las artes plásticas, creó el Movimiento Artístico Blanco.


En 2019, para el décimo aniversario del proyecto comunitario Brückenbau, fundado por Jutta Czurda, creó el performance In Unison, y en 2021 el performance Aves volanderas. La visión conceptual de Con otros ojos surgió en 2025 como parte final de una trilogía, aunque el público no necesita haber visto los demás performances para apreciar cada uno por separado. El performance fue diseñado por invitación de la coreógrafa Yvonne Swoboda, directora de Brückenbau, a través del Teatro de la Ciudad de Fürth (Stadttheater Fürth), para ser presentado en un espacio público y al aire libre.

Mit anderen Augen simboliza la mirada infante de imágenes del pasado y el arte renovado, apreciar con otros ojos lo que se ve cada día de manera trivial. “Los performances abordan todo como un milagro y los humanos seguimos las miradas de los otros, y también podemos imaginar la vida a través de sus miradas”, explica Hecht. Como directora, disfruta y valora su elenco inclusivo, la mezcla de artistas profesionales y gente común. Los primeros, dice, tienen grandes habilidades, pero también un ego elevado y estrés; y los amateurs aportan humildad, alegría y muchas ganas de hacer cosas nuevas. El teatro del pueblo tiene gran tradición en Alemania.








Sobre cómo interpretan los espectadores este performance, Hecht comenta que es una experiencia mágica, mitológica, a través de las intervenciones que los personajes realizan en los segmentos dancísticos, musicales y vocales en lenguas farsi (persa) y búlgara. “El performance va al parque, se posiciona, y la gente lo aprecia”. Con respecto al vestuario, señala que es muy importante porque transforma la realidad de los performantes, quienes gracias a él logran sentirse diferentes e involucrarse al máximo con sus personajes. De igual manera, otorga la belleza y plasticidad que requieren las escenas de movimiento.

“En el performance no existe un guión riguroso, no hay roles más importantes que otros, ni lugares artificiales. Se trata del aquí y del ahora, del resultado de un equipo que cumple tareas y funciones diversas. Tampoco es precisamente teatro, por lo que no hay lugar para el aplauso, sino la oportunidad de encontrarse con el espacio público”, concluye. En 2026, Con otros ojos se volverá a presentar en Stadtpark Fürth, y Stephanie Hecht espera que también pueda presentarse en México con un elenco mexicano.


Gabriel Hermida y el vestuario, elemento esencial









El vestuario de Con otros ojos consistió en una serie de trajes de corte clásico, fracs, kimonos, vestidos largos y sombrillas, con telas claras y oscuras intervenidas plásticamente de manera particular para cada personaje. Trazos de plantas, paisajes marinos y terrestres, aves y astros sobresalieron de las telas transformadas en lienzos. Los tonos grises y negros de tan precisas pinceladas, junto con los diseños anacrónicos de los atuendos, lograron esa conjunción, misteriosa y confusa, de un tiempo y espacio indeterminados: ayer, hoy, mañana en cualquier rincón del pensamiento.









El autor de esta propuesta fue el artista plástico Gabriel Hermida, mexicano radicado en Berlín desde hace más de 30 años, quien ha desarrollado numerosos proyectos de vestuario y escenografía para diversos teatros y óperas alemanas. Su trabajo de diseño en colaboración con Stephanie Hecht comenzó en 2006: un proyecto performático basado en la poesía sonora dadaísta de Kurt Schwitters. Desde entonces han desarrollado juntos diversos proyectos de teatro y performance en las corrientes dadaísta y expresionista.











Para el performance Con otros ojos creó 16 vestidos pintados a mano con diseños expresionistas y 14 atuendos para los músicos y clochard (sin hogar). “Estos personajes representan la nostalgia del cambio de siglo, el comienzo de la modernidad, cuando todo era en blanco y negro. Cada individuo descubre su propio mundo y se reúne al final en grupo, sincronizando el ser y el estar, cada quien con otros ojos, una nueva manera de descubrir el mundo”, explica Hermida.

En los performances de la trilogía se hace un recorrido abstracto de la vestimenta de la humanidad, transformando a los personajes en estatuas vivas que deambulan por praderas y bosques, creando imágenes pictóricas en movimiento. “Esperamos que la tercera parte de la trilogía se pueda mostrar en México, en colaboración con grupos de teatro comunitario o estudiantes de arte, como se ha hecho anteriormente”.

Yvonne Swoboda, directora artística de Brückenbau

El Proyecto comunitario Brückenbau, creado por Jutta Czurda en 2009, extiende un puente entre los artistas y el público, entre el teatro y las personas, y entre el teatro y su ciudad. Los ciudadanos conocen su teatro principal de cerca, vislumbran lo que ocurre tras bambalinas y experimentan de primera mano lo que significa interpretar un rol.


Actualmente, Brückenbau es dirigido por la coreógrafa Yvonne Swoboda, quien nos explica que el eje medular del proyecto es el desarrollo de actividades comunitarias, extender puentes entre la gente y el teatro y constituirse como un semillero de artistas. “No hay casting. Quien quiera puede entrar y desarrollar su talento con base en la práctica, el trabajo constante y la concientización de su presencia escénica. Algunas personas cuentan con experiencia y transmiten sus conocimientos a los principiantes. Detectamos talentos para enfocarlos; no se obliga a nadie a hacer lo que no sienta o no le guste”.

Brückenbau es un lugar donde cada persona es bienvenida, independientemente de su origen social o étnico, edad, religión u orientación sexual, con o sin limitaciones (físicas) o necesidades especiales. Es un espacio donde el teatro y el arte se convierten en puentes entre las personas, donde todos contribuyen y expanden sus propias historias y perspectivas.

Cuatro pilares surgen como base de los proyectos de Brückenbau: el encuentro semanal de danza Community-Dance; los talleres continuos a largo plazo; los laboratorios intensivos de investigación temática; y los proyectos de teatro y performance comunitarios, en los que se exploran formatos experimentales, biográficos y de otros tipos sobre temas atemporales y actuales.

Brückenbau funciona con un esquema exitoso que ha tenido gran aceptación en la comunidad local y adquirido renombre a nivel metropolitano. Se trata de un trabajo social con apertura a la ciudadanía y su derecho al arte. Swoboda retoma como lema la icónica frase de Joseph Beuys, artista del performance: “La única fuerza revolucionaria es la creatividad humana; la única fuerza revolucionaria es el arte”.

Semillero de talentos

El trabajo con niños y jóvenes es fundamental para fomentar el arte y la cultura en la sociedad. En este sentido, el Stadttheater Fürth es el ente coordinador de un programa de trabajo permanente que involucra a los ciudadanos más jóvenes. Johannes Beissel, pedagogo de teatro para niños y jóvenes, coordina una serie de cursos y talleres con grupos divididos por segmentos de edad (entre seis y 15 años).


Las obras que se presentan con estos jóvenes talentos son promovidas en las escuelas de la ciudad, con la finalidad de formar nuevos públicos. Se organizan, asimismo, vacaciones culturales, obras de monstruos, talleres de máscaras, cárcel de verduras, juegos y escritura creativa. Las actividades son financiadas en parte por patrocinios y donativos de la comunidad y la iniciativa privada. Es un programa inclusivo, de convocatoria permanente y sin costo, dirigido a personas de todos los estratos sociales y con necesidades especiales.

“La importancia del arte y la cultura en los niños y jóvenes radica en la posibilidad de ayudar a formar su personalidad a través del fomento de la creatividad y el trabajo en equipo", comenta Beissel, quien considera que los programas como el Teatro Joven que él coordina promueven, en cierta manera, el incremento del índice de natalidad que en Alemania es bastante bajo. Sobre el performance Con otros ojos, destaca sus atmósferas mágicas y especiales, así como el sorprendente trabajo de actrices, actores y cantantes, sobre todo en el caso de los no profesionales, los miembros de la comunidad.

Udo y Brigitte Stenzhorn, espontánea interacción

Udo y “Gitte” Stenzhorn son un matrimonio que desde años atrás participa en los proyectos de Brückenbau. El performance Con otros ojos no fue la excepción. Él es jubilado de SAP, la más grande compañía de software de Europa, dedicada al diseño de productos informáticos de gestión empresarial. Ella es pintora y escritora; ha publicado varios libros de cuentos y minificciones, y además es gerente de comunicación interna del área de tecnologías de la información en la empresa Siemens.

Para esta ocasión crearon una estampa viviente de dos jugadores anacrónicos de ajedrez, utilizando pequeñas botellas de licor alemán en lugar de las figuras tradicionales del universal juego de mesa. Al término de la partida, brindaron entre ellos y de nuevo se integraron al recorrido, logrando así una interacción espontánea y agradable, un acierto del performance. Sin duda, este cuadro en movimiento fue uno de los más atractivos y fotografiados de la tarde.








La relación de Udo y Gitte con el parque es muy especial, toda vez que son miembros del sistema Schrebergarten (huertas y/o jardines urbanos), en el cual el gobierno asigna, a bajo costo, lotes para la conservación de la flora endémica y el cultivo de alimentos orgánicos. Estos terrenos permiten a los ciudadanos tener un lugar para cultivar frutas, verduras y flores, así como construir pequeñas casas de uso diurno.

La cabaña de Udo y Gitte es completamente ecológica, funciona con energía solar y colinda con el parque. Ahí disfrutamos de su hospitalidad con unas deliciosas salchichas asadas al carbón, pan artesanal y cocteles Spritz con medialuna de naranja, hojas de menta y pétalos de rosa. La actuación de Udo y Gitte en Con otros ojos fue tan natural y reconfortante como una partida de ajedrez en el bosque, bajo el adormilado sol nocturno de Alemania.

Cuerpo artístico de Mit anderen Augen

Además de los artistas mencionados, participaron con sus memorables interpretaciones Andrea Maria Bartsch, Barbara Bauer, Doris Braeschke, Sybille Fenzel, Tanja Franz, Vania Fröhlich, Christiane Haberzettl, Barbara Horn, Eva Hörndlein, Thomas Kleisny, Ursula Knöpfler, Nuria Nöbel, Lisa Paetzolt, Sigrid Schwaiger, Angelika Schwertner, Elisabeth Sollner, Karen Vogel, Alex Wegh, Susanne Werkmeister, Christel Weyrauch, Petra Winterstein, Doris Wolf y Wolfgang Ziegler: rostros y personajes que permanecerán por siempre en la memoria de los espectadores.









El cuerpo artístico de Mit anderen Augen llevó la poesía en movimiento a su máxima expresión. Sus danzas, actuaciones, sonidos y cuadros estilizados fueron sin duda motivo de inspiración para escritores, pintores y fotógrafos que tuvieron la fortuna de presenciar su gran trabajo.

Gracias a las gestiones del Sindicato Nacional de Trabajadores del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura 227 (SINAT-INBAL-227) y el apoyo de la Subdirección General de Educación e Investigación Artísticas (SGEIA-INBAL), esta experiencia será compartida, mediante diversas actividades, con estudiantes del Bachillerato de arte y humanidades de los Centros de educación artística en México. Ello como resultado de la invitación extendida por Brückenbau y el Stadttheater Fürth de Alemania para la construcción de un puente cultural entre naciones.



*Escritor y promotor cultural. Docente del Centro de Educación Artística Ermilo Abreu Gómez (Cedart Mérida).

Fotos: Gabriel Hermida y Silke Hartmann.








Cuarenta vueltas al sol




 CUARENTA AÑOS FRENTE A LA HOJA EN BLANCO

Alvaro Chanona Yza

 

Quiso cantar para olvidar su vida

verdadera de mentiras, y recordar

su mentirosa vida de verdades…

(Octavio Paz).

 

Es posible ir y venir el mismo día de las montañas del Sinaí a las tierras de Palestina, donde manaba leche y miel, hoy solo hambre y sangre. Sin embargo, una generación entera fue condenada a morir mientras caminaba en círculos en el desierto. No fue suficiente ver abrirse el mar delante de nosotros dejando atrás la esclavitud de Egipto y la ira multiplicada del faraón. La epopeya de Moisés nos recuerda que quienes no obedecen las leyes sagradas de la creación no alcanzarán la tierra prometida de la poesía. Cuarenta años, sí, cuarenta años para vivir un tiempo de purificación comiendo el maná de la palabra, el agua de la roca de Horeb, la guía de la nube y el fuego de la zarza ardiente que habla y que nos pide quitarnos las sandalias, para pararnos en tierra santa. Así el poeta Will Rodríguez, como Josué y Caleb, esperó cuarenta años para celebrar la victoria de su poesía sobre los gigantes de Canaán… Y, en su tierra, cito al profeta:

Oremos a Dios

después del orgasmo

es justo y necesario repartir el fuego

y la leche

entre los ángeles menesterosos

aquellos sin voz

carentes de nombre…

Rudyard Kipling, decía: si puedes soportar oír la verdad que has dicho, tergiversada por villanos para engañar a los necios, o ver cómo se destruye todo aquello por lo que has dado la vida y remangarte con herramientas desgastadas…  Will nos dice:

Encontré una fotografía en sepia de aquella noche mexicana. Apareces a mi lado y alcanzo a respirar el Lapidus y ese gel que controlaba tus rizos rebeldes… No fue un secreto la afición a esos aromas adolescentes que adopté para sentirte, porque te amé sin saberlo y con dolor, hasta que tu instinto nómada de sagitario te impulsó a volar.

El servicio de energía eléctrica fue suspendido en amplias zonas de la ciudad. El ulular de las sirenas nos aturde, el ir y venir de los vehículos oficiales, bomberos, Cruz Roja, escuadrones de rescate, voluntarios y cuadrillas de auxilio, lejos de tranquilizar a la población, la alarma aún más de magnitud 8.1. Se trató del sismo más mortal de nuestro país:

La ciudad es un cementerio de lamentos

mejor dicho, un lamentario de cemento

humo y carne descompuesta

los topos surcan sus entrañas de metal

para expulsar los capullos

de una nueva estirpe.

Pero el poeta del que hablamos no es un hombre ingenuo que vive al margen de esta realidad asfixiante y tirana. Esta tarea incansable de concentrar en pocas palabras la realidad del mundo es suya:

A cambio de prodigios, colgamos ofrendas

en el árbol de la vida.

Los que coman de él morirán sin remedio,

no así los que rieguen con llanto sus raíces.

Sobre los incensarios de barro arden los huesos del copal para purificar el incienso de las ánimas el 2 de noviembre. Las flores de ichkukub y tres jícaras con chocolate nos recuerdan que son tres las piedras que conforman el fogón de la cocina. Las tortillas hechas a mano son de maíz como todos nosotros:

Difuntos viajan cada año

con la esperanza de ser agasajados,

reencontrarse con la vida

y olvidar su inexistencia.

Largo es el camino,

breve la fiesta.

Junto al calabazo rebosante de balché, el poeta ha colocado algunos cigarros porque el difunto tenía la costumbre de fumar. Las huellas de sus pies en las cenizas le dicen que ha venido a probar la gracia de todas las ofrendas:

En esta mesa que fue testigo de orfandad incomprendida,

Almorcé tu ausencia y palominos con arroz algún domingo,

El tren de las cuatro anunció su ruta al purgatorio,

mientras el cáncer como un necio se fumaba tus pulmones.

Te has ido por segunda vez, papá, y para siempre

llevándote los fósforos y todo el alimento de los pájaros.

Así, Will Rodríguez, como Emily Dikinson, nos hace sentir que no es morir lo que nos duele tanto, es vivir lo que más nos duele, que morir es algo diferente, algo detrás de la puerta, la costumbre del pájaro de ir al sur antes de que los hielos lleguen…

Viajamos sobre caminos en forma de serpiente hacia el inframundo, pagando con monedas de miel nuestro derecho a realizar este viaje sagrado. En almíbar cuajan sus fermentos el camote, la papaya, la yuca, el coco y la calabaza:

¡Feliz Día de Muertos, papá, hemos guardado luto en el huacal de la memoria! Después de limpiar tus huesos, cocinamos el chilmole con agua de lluvia y leña de monte. Eso y mil recuerdos traemos a tu pacífica morada.

Como Miguel de Unamuno, Will nos hace ver que es absurda y falaz la creencia de que este duelo nos emparenta con la muerte. Por el contrario, este duelo es la manifestación más potente de la vida. Somos aquello que perdimos y somos también el mundo que podemos crear a partir de lo perdido.

Aún somos parte de las pérdidas que hemos sufrido. La poesía también es estar en un hogar donde estaremos solos para siempre. Está bien que las cosas, como el amor, no sean eternas. Está bien la posibilidad de perderlo todo, porque eso hace que uno ponga en juego su deseo, su energía, su vida y sus sueños para que las cosas no dejen de ser:

No existe dolor más desgraciado

que el hambre de los hijos,

ni morir después de ellos.

Cuando la pobreza infecta una familia,

la palabra del Señor no basta.

Y como un nahual de gran poder e incontables atributos, escoltado por seres de la oscuridad donde no reina el miedo, con los ojos penetrantes de la lechuza, con su canto implacable, ártico, a veces espeluznante y otra veces nada amable, nos hace ver que harto de blandir en nuestra carne morena el filo acerado de su espada, el conquistador decidió crucificar sobre la piel verde y llena de espinos de Yaax Che, a ese Cristo barbado que vino desde el otro lado del océano escoltado por puercos y caballos, para hacer de nosotros hombres buenos, y que el árbol de la vida al que nos aferramos no conocerá jamás el significado de la muerte:

Se ha convertido en una cruz que escucha y habla.

Corten mi madera, pronuncia, hagan cruces donde más haga falta…

Escuché alguna vez decir a Borges que siempre es una palabra que no está permitida a los hombres, y que solo aquello que se ha ido nos pertenece. Enhorabuena, amigo querido, porque la poesía siempre ha sido tuya… y como escribió Rudyard Kipling: tuya es la tierra y todo lo que en ella habita. ¡Muchas gracias! 


Presentación del libro Cuarenta vueltas al sol de Will Rodríguez

Miguel Angel Núñez May

Nos reúne hoy un libro, pero más que eso: un mapa, una constelación, una celebración del lenguaje y de la vida. Cuarenta vueltas al sol, de Will Rodríguez, no es solo una recopilación de poemas: es el trazo de una existencia que se narra, se canta, se desgarra y se ilumina a través de la palabra. Con esta obra, Will Rodríguez nos entrega un testimonio íntimo y colectivo. Nos habla de la infancia y el deseo, del cuerpo y la pérdida, del amor y la muerte, de la memoria y sus ofrendas. Pero también nos muestra cómo hacer del yo un lugar común, hacer de lo íntimo una forma de comunión.
La primera sección del libro se titula “Movimiento asimétrico”, y es justamente eso: un vaivén de emociones, imágenes y sensaciones que no buscan el equilibrio, sino el vértigo. El poema “Alegría”, por ejemplo, nos sitúa en lo cotidiano y lo extraordinario con la misma naturalidad: la lengua de un perro, un depósito inesperado, la cerveza abierta, el punto final de un poema. ¿Qué es la alegría para cada quien? ¿Dónde la buscamos, dónde la perdemos? También aparece el miedo: ese que nace del sistema, de la precariedad, del cuerpo vulnerable. En “Miedo”, Will lo nombra sin eufemismos: el freno de un coche, la rata en la cocina, el recibo de luz. Pero lo poético está justo ahí: en cómo logra transformar lo temido en imagen, en palabra, en resistencia.
En “Cuarenta vueltas al sol”, el poema que da título al libro, se hilan la memoria y el deseo con una ternura que conmueve. Una historia de amor en la infancia, contada desde la nostalgia y el humor, con un ritmo que recuerda a los cuentos de hadas torcidos por la realidad. ¿Cuántas veces recordamos una historia que quizá no ocurrió, pero que vivimos como si fuera verdad?
Uno de los grandes aciertos del libro es la pluralidad de tonos. En un mismo volumen caben el homenaje y la burla, el ritual y el deseo carnal, la meditación existencial y el juego travieso. “Menú del cocinero despechado” y “Oración del promiscuo” son poemas que sacuden y provocan, que rompen con lo sagrado para reconfigurarlo desde los placeres, los excesos, lo que incomoda.
¿Puede la poesía ser grosera? ¿Puede la poesía ser sexual, irreverente, combativa, y seguir siendo profunda? La obra de Will nos responde: no solo puede, debe. La segunda parte del libro, “Toda forma revela un esqueleto”, nos lleva al territorio de la
muerte, de los ritos, de las ofrendas. Pero no es una visión solemne, sino luminosa. Hay duelo, sí, pero también fiesta. “Ánimas de fiesta” convierte el camposanto en un carnaval de aromas, colores y recuerdos. El poema “Desvelando mi propia muerte” es una de las piezas más delicadas del libro. En él se pide no ser vista por el Enemigo, pero sí por los aliados de la Vida. Y no de cualquier forma, sino con el cuidado de quien honra el cuerpo: “Revivan los pómulos con grana cochinilla, acaricien los párpados con sombra de espinacas…”. En esos versos hay belleza, resistencia, y una cosmovisión profundamente amorosa.
El poemario está lleno de guiños culturales: desde la gastronomía yucateca hasta referencias bíblicas, del budismo al ajedrez, de las catástrofes históricas como el 9-11 o el terremoto del 85 a los rituales mayas. Hay en estos textos una constante reinvención del lenguaje, una apertura a lo trans, a lo mestizo, a lo queer, a lo no lineal. Y también hay preguntas que nos persiguen: ¿De qué estamos hechos cuando se va quien amamos? ¿Qué dejamos a los que nos sobrevivan? ¿Dónde termina el cuerpo y comienza el recuerdo?
Will Rodríguez no responde desde la lógica ni desde la filosofía. Lo hace desde la cocina, desde la hamaca, desde el altar, desde la cama compartida. Este libro no solo se lee. Se respira, se huele, se mastica. Porque Will es cocinero, sí, pero también alquimista del lenguaje. Lo que en otros autores podría parecer desmesurado, en él se convierte en una necesidad. Cada imagen, cada metáfora, cada palabra –incluso las más duras o provocadoras– están ahí por una razón. No hay pose. Hay experiencia. Y es que Cuarenta vueltas al sol no es solo una celebración del tiempo vivido, sino una toma de postura. Un decir: “Aquí estoy, esto soy, estas son mis pérdidas, mis pasiones, mis cicatrices”. Y al compartirlo, al ponerlo en nuestras manos, nos permite hacer algo muy raro y muy valioso: reconocernos. Porque, al final, este libro es una invitación a mirar hacia adentro, pero también a compartir la mirada. A descubrir que todos hemos sentido miedo, que todos hemos querido volver a amar lo intangible. Que también nosotros tenemos “sueños etéreos”, “conciencia de agua”, heridas que no terminan de cerrar, muertos que nos acompañan en la espalda.
Will Rodríguez ha escrito un libro que es, al mismo tiempo, confesión, homenaje y manifiesto. Lo ha hecho con belleza, con humor, con rabia, con ternura. Y nos lo entrega con generosidad. A nombre de quienes hemos sido tocados por sus palabras, y de quienes hoy nos reunimos para celebrar su poesía, solo puedo decir: gracias. Gracias por enseñarnos que toda forma revela un esqueleto, pero también un corazón. Gracias por estas Cuarenta vueltas al sol. Y que vengan muchas más.